lunes, 27 de febrero de 2012

Oui, mon ami Dominique, les idees peuvent être tués (27 de febrero - Día de la Bandera)



Será una entrada corta, lo prometo. Acabo de llegar de Misa de ocho y me encuentro con las festividades en Rosario de Santa Fe por el centenario de la bandera. Todos los días aprendemos nuevas cosas de la historia argentina, eso hay que reconocerlo; yo no sabía, por ejemplo, que el veintisiete de febrero de mil ochocientos doce Manuel Belgrano, creador de la Bandera Nacional Argentina, había enarbolado la susodicha en Rosario de Santa Fe. Lo mismo, creo que ya antes por aquí habíamos hablado de Belgrano, por lo que no diré más acerca de él por el momento (pero desde ya, que el lector sepa que siento un profundo respeto por este hombre y una admiración desmedida).

Pero me sorprendió el modo de celebrar este día, que quieren hacer a partir de ahora de forma anual, con miras a conseguir que el Día de la Bandera sea, de forma oficial, el veintisiete de febrero (y no el veinte de junio, que viene siendo, en realidad, el aniversario del fallecimiento de Manuel Belgrano). No me voy a poner a decir lo ridículo que es replantearse estos días a esta altura del partido, porque creo que es una obviedad para cualquiera: no importa el día que se elija, lo que verdaderamente importa es el sentido que se le dé a ese día en específico para conmemorar cierto acontecimiento. Pero no voy a ponerme a reflexionar sobre estos temas que, creo yo, pueden dejarse pernoctar en favor de la inteligencia de los lectores.

Me interesa el tema de la Bandera gigante, del acto público, de las representaciones, del tío ese vestido como Manuel Belgrano...

... y me quedo atónito. Que no, que "atónito", ni siquiera con mayúsculas (es decir, "ATÓNITO"), es favorable para describir lo que realmente siento.

Damas, caballeros. Domingo Faustino Sarmiento escribió "On ne tue point les idees", pero él se equivocó. Las ideas sí pueden ser muertas, y de hecho, las ideas han sido crudamente asesinadas.

Los ideales de independencia y libertad que movieron a Belgrano son los que hondearon cuando la enseña patria flameó al viento por primera vez. Pero esa primera vez, damas y caballeros, fue la representación material de un sueño que era levantado en los corazones de los grandes hombres que hicieron grande a esta nación. Porque sí, lo digo sin tapujos: esta nación es una gran nación. Que esté habitada por grandes idiotas es un hecho secundario. Que esa lista de idiotas aumente en progresión geométrica es un hecho grave. Pero en sí, son esos ideales, los ideales de aquellos que lucharon por la libertad de su tierra, los que verdaderamente nutren esta nación, los que se izan cuando la bleu blanc bleu se levanta triunfal en los aires. Si esos ideales mueren, lo que queda flameando es un trapo de color celeste y blanco.

Y yo, queridos amigos, al igual que Echeverría, escribo con mucho pesar: Llevo un luto en mi corazón por la patria, por la patria que los déspotas y tiranos han sabido condenar. Porque la Bandera celeste, blanca y celeste sólo hondeó pocas veces en nuestra historia. De nada sirve, en modo alguno, elevar miles de banderines o hacer banderas gigantescas que exalten los colores patrios. Es una pérdida de tiempo, si las ideas que dan vida a esta nación caen en el olvido.

Belgrano murió, y sus ideales también. Porque ahora los hombres no luchan por su libertad, sino que se conforman mansamente con una falsa idea de libertad y de progreso, y aceptan con absurda ceguera este orden sin luchar por sus principios y sus ideales. El conformismo ha ganado terreno en nuestros corazones, de modo que el vigor de las ideas se ha extinguido, y no quedan ni siquiera las brasas de las hogueras que encendían los corazones de los héroes. Belgrano murió, y con él, así como con tantos otros, murieron los ideales de una nación libre e independiente. Porque aquí, nosotros los hombres que habitamos este pedazo de suelo en particular y los hombres de todo el mundo en general, somos esclavos de un yugo invisible, y aún aprisionan nuestros corazones las cadenas de la opresión, que lejos están de romperse.

Belgrano izó la Bandera por primera vez... no un veintisiete de febrero, sino en el momento en que se atrevió a soñar un pueblo libre y una nación honesta, y cuando decidió hacer de su vida una lucha para conseguir aquello que anhelaba. Se enfrentó a todo y a todos, dando su vida por aquello que creía, y murió mientras sostenía en alto el grito de la libertad. Pero después de esto, la Bandera fue descolgada y guardada en un cajón, y hoy elevamos una bandera negra y roja.

Esta bandera que hoy levantamos es la bandera sombría de la muerte, teñida por la sangre de los asesinados, de los silenciados, de los oprimidos y de los cansados. Es negra, porque la corrupción del hombre la ha dotado de ese siniestro color, reflejando las profundidades abismales de los corazones de los mortales oscurecidos por la mezquindad y el odio.

¿Libertad? ¿Libertad? ¿Adónde ha quedado la libertad de los hombres, cuando el hombre se ha convertido en un esclavo de sus instintos, incapaz de pensar, incapaz de producir, incapaz? ¿En dónde cuando al hombre se le quitó su vida y se anuló su juicio y se mató su credo y se aniquiló por completo su alma? ¿Libertad? ¿Libertad?

Tristeza, amigos míos, es lo que yo siento al contemplar cómo esta nación se cae a pedazos por causa de esos idiotas que llenan las listas. Por causa de esos idiotas, que creyendo que saben pensar, apoyan a aquellos que se erigen como tiranos y déspotas. No, queridos míos, la Bandera de Belgrano hace tiempo fue encajonada, rasgada, hecha trizas. Ahora sólo queda una vil imagen, una representación burlesca de los días de antaño, coronados de gloria y de laureles, en la que respirar sueños era posible y en que pensar la libertad era un riesgo que los caballeros querían correr. Ahora no. Mientras ningún argentino sea capaz de gritar en contra de la injusticia, en contra de la tiranía, en contra de la opresión, sin pensar un solo momento en su vida o en su bienestar, sin pensar un solo momento en sí mismo, entonces los ideales habrán muerto para siempre. El grito inspirado que el general profiriera "¡En pelotas, pero libres!", ¿en dónde está?

Ya no importan los homenajes ni las actuaciones, porque todas son farsas, son pantomimas. El progreso, una ilusión. La libertad, una fantasía. Mientras no hagamos, nosotros mismos, los argentinos, mientras no procuremos hacer lo correcto todos los días, desde nuestra humilde palestra, mientras no combatamos con sinceridad por la libertad... los ideales seguirán muertos. La revolución verdadera, el cambio social, no se logra con políticas de Estado ni con ideologías sociales; la revolución depende de nosotros y de nuestra forma de vivir. Robamos y pedimos que no nos roben, estafamos y nos quejamos de los que estafan, mentimos y pedimos que los políticos no mientan. Tu coque, para más señas.

La pregunta es "¿Estamos dispuestos?". Todo depende de nosotros, no del político de turno (que, a ojo, ha salido del pueblo). ¿Estamos dispuestos a mejorar? Si no lo estamos, entonces la queja cae en la estupidez y la sin razón.

Y eso, que todo esto parece un chiste, señores. Pero no lo es (y no da gracia). Así que cada quien a su casa, y a recordar que Belgrano no habría querido esto. Habría querido un pueblo de hombres libres, y no lo somos; habría querido un pueblo de hombres honestos, y no lo somos. Así que, hacedme el favor, dejaos de actos públicos y chorradas varias, que el personal quiere dormir. Y no sé yo, pero el presupuesto no creo que nos dé para montar el pollo como lo estamos montando, así que digo yo que ese dinero podría ser invertido en cosas un poco más útiles, ¿no?

domingo, 5 de febrero de 2012

Febrero mes del amor.


Este año he declarado Febrero como el mes del amor en todos los  blogs en los que participo y esté es el único en el que aún se resistia a la invasión de corazones y demás parafernalia romántica. No se si mi diabetes aguantará esta sobredosis de "azúcar" pero voy a ponerla a prueba... 

Voy a ser buena y en consideración a mi buen amigo Nicolás, biblitecario mayor de este blog, voy a ser muy discreta. Nada de corazones, ni cursilerías... Y en su honor voy a publicar una de las canciones de amor más bellas que conozco.

El día que me quieras. (Carlos Gardel)

Acaricia mi ensueño
El suave murmullo
De tu suspirar.
Como ríe la vida
Si tus ojos negros
Me quieren mirar.
Y si es mío el amparo
De tu risa leve
Que es como un cantar,
Ella aquieta mi herida,
Todo, todo se olvida.

El día que me quieras
La rosa que engalana,
Se vestirá de fiesta
Con su mejor color.
Y al viento las campanas
Dirán que ya eres mía,
Y locas las fontanas
Se contarán su amor.

La noche que me quieras
Desde el azul del cielo,
Las estrellas celosas
Nos mirarán pasar.
Y un rayo misterioso
Hará nido en tu pelo,
Luciernagas curiosas que verán
Que eres mi consuelo.

El día que me quieras
No habrá más que armonía.
Será clara la aurora
Y alegre el manantial.
Traerá quieta la brisa
Rumor de melodía.
Y nos darán las fuentes
Su canto de cristal.

El día que me quieras
Endulzará sus cuerdas
El pájaro cantor.
Florecerá la vida
No existirá el dolor.

La noche que me quieras