Así es, mis queridos amigos del salón del estudio, estamos entrando en épocas navideñas y, como añadido, también en épocas de exámenes. Por lo tanto, y como aún no he entrado en crisis psicótica (entrando en crisis psicótica en tres... dos... uno.... Bienvenido a crisis psicótica. Población: "¿Y tú qué me cuentas? ¡Estoy en crisis!") sigo dando vueltas por aquí con algunos posts residuales (léase posts que tienen razón de ser y van cargados con ácido sulfúrico). Me explico un poco. Son entradas que nacen de cosas que me parecen ridículas, pero que, por serlo, no dejan de ser también bastante serias y delicadas. Siguiendo con este tipo de entradas, que no me toma más de quince minutos, quisiera hacer una breve reflexión que me tiene hasta la coronilla. Antes de continuar, quiero hacer un aviso.
AVISO: CONSUMISTAS, ABSTENERSE.
¿Listo? ¿Se han solventado las cuestiones legales? Comencemos.
Hace un tiempo estuve peleando con el Firefox, como podréis recordar muchos de los que me ayudaron en una batalla que aún
continúa y que no creo poder ganar. En medio de esa batalla, en mi campaña de instalaciones, se me instalaron, casi por casualidad (léase "no tengo la más remotísima idea de cómo llegó eso ahí y estoy más perdido que perro al que lo han abandonado de grande") dos programas nuevos (o vaya a saber qué son estas cosas y para qué sirven). Sé que uno es el ITunes y el otro es el McAfee Security Scan Plus (que no sé para qué sirven ninguno de los dos, así que puedo tener la posibilidad abierta de acceder al ordenador de Bill Gates y la estoy desperdiciando). En fin. Cuando se me instalan estos programas, me aparece el diálogo correspondiente a todos los programas nuevos que ingresan en el ordenador, y, además, me da una opción... dejar mi correo electrónico para que me envíen mejoras y cosas de actualidad sobre Apple (y a todo esto, yo aún creía que era una expendedora de fruta, como Forest Gump).
Por favor, no pregunten porqué lo hice (o vamos, pregúntenlo,después de todo el blog va sobre la curiosidad), pero lo cierto es que lo hice. Iluso y pobre de mí, que aún no conocía quiénes eran los de Apple. Claro, porque nunca te esperarías algo así de una inocente corporación cuyo logo principal es una adorable manzana (lo que no consigo recordar es si la madrastra mordió la parte blanca o la roja de la manzana que le dió a Blancanieves). Y llegados a este punto, cualquiera que haya visto mi enfrentamiento virtual con Ciudad Seva, ya habría pensado de mí que no aprendo
ni una, ¿verdad? Pues tendríais razón.
Los dichosos correos que enviaban, ranas y caballos (¡ouch! perdón... era "¡rayas y centollas!") resultaron ser la misma publicidad basura de NotiCuento en Ciudad Seva. Pero hubo un añadido más. En Ciudad Seva, como algunos recordaréis, lo que se publicitaba eran libros de Luis López Nieves (normal, considerando que el hombre vive de los libros que escribe). Por el hecho de que fueran sólo libros no le dí mayor importancia (además en cada mensaje te ponen el enlace de cancelación de suscripción, con lo que no acotan tu libertad) (de acuerdo, no la acotan mucho).
Ahora bien. La lógica pregunta es... "¿Qué publicitan los de Apple?". Y la consecuente respuesta es...
... nuevas tecnologías. De acuerdo, no soy un amante de las nuevas tecnologías, no me gustaría estar esclavizado por las máquinas como plantea Ray Bradbury en "El asesino", pero tampoco permaneceré indiferente a algo que quizás no todos vean. He mencionado antes que en este blog, si se tiene que criticar a la izquierda o a la derecha se lo hará sin reparos, que yo permanezco en una posición neutral y no defiendo ninguna ideología política reconocida como tal y me guío por el criterio del sentido común. Es así como diré esto.
Dejemos de comercializar las fiestas de Navidad. Amo la Navidad, me gusta la Navidad, no hay mejor época que la Navidad y siempre recuerdo la infancia, la alegría y el toque particularmente milagroso que tiene toda esta temporada. Pero ¿es necesario? Hace un tiempo, Key publicó un post alusivo a la Semana Santa y todo lo que implica el tener que luchar contra las procesiones enardecidas, y yo extraje que la gente, aún los más religiosos, ha perdido el sentido de la Pascua de Resurrección. Como dijo Majad Magandi: "Creo en Cristo y al leer el Evangelio me siento cristiano; pero cuando veo a los cristianos, no veo a Cristo". Lo mismo pasa con la Navidad. Lo vivo como una fiesta para celebrar con la familia (por pequeña que sea esta). Lo vivo como una fiesta para celebrar sanamente con los seres queridos (una llamada, una felicitación, un deseo de bienestar o un simple gesto de aliento y de esperanza). Lo vivo como una fiesta de la ternura (me encanta fabricar cosas para regalar, o escribir, o ver que los niños hagan sus propios adornos para el árbol, o ver reunida a una familia en torno al pesebre, o ver que incluso las personas que están más solas tiene compañía). Y sobre todo, lo vivo como una fiesta espiritual. Es una fiesta, en efecto, que toma impulso sólo de un acontecimiento extraordinario y encantador que yo admiro y verdaderamente reconozco. Todo comienza en ese humilde pesebre de Belén. Yo no lo olvido, porque al olvidarlo, la Navidad es cuando deja de existir y se transforma en una burda pantomima. No niego una reunión, una cena (de cualquier cosa, tanto de sandwiches modestos o de un pavo), tampoco niego la alegría conjunta de la familia. Niego el maldito materialismo y el frenesí consumista. Y no culpo a nadie. Vivimos en una sociedad condicionada por este tipo de cosas, desde pequeños somos bombardeados incesantemente por un prototipo de felicidad, es normal que crezcamos con todo esto a cuestas. Tampoco niego un modesto regalo, un humilde obsequio o un presente, pero tampoco irnos al otro extremo.
Apple. El correo de Apple. No hay ningún aparato tecnológico que no mencionen. Me revuelve las entrañas. Porque no es sólo que promocionen sus productos para una fiesta que debería ser sosiego y alegría, sino que están contribuyendo a expandir el ideal materialista de la Navidad. Toda la publicidad lo hace, no puedo pelear contra eso porque no tengo los medios necesarios. Pero... ¿cuál es el último mensaje?
Compren todo lo que yo les ofresco para sus parientes, amigos y familiares, y todos serán felices por poseer algo. ¿No hay demasiado materialismo en el mundo como para encima lanzar esto? Quiero decir... Ya hay gente que no vive, se desvive. "Tengo esta cartera, pero también quiero esa camisa. Tengo esta cartera y esta camisa, y ahora quiero esos zapatos". Quiero, quiero, quiero, quiero. Y basamos nuestra felicidad, nuestra alegría, nuestro esperanza y nuestra misma fe (¿Por qué no?) en algo tan efímero y tan fácilmente quebrantable... ¿Con qué facilidad puede arder una camisa, o con qué rapidez se rompe un MP5 al caerse contra el suelo?
La vida no tiene que estar basada en lo material. La vida no tiene que ser esclava de lo material. La vida tiene que servirse de los medios que hay a disposición, pero no hacer de esos medios nuestro amo y señor.
Lo diré con mucha sencillez: "Me da pena". Me da pena ver cómo una fiesta que debería unirnos en fraternidad y verdadera hermandad termina por comercializarse a tan excelsos grados. El acento se pone en lo material, cual si no hubiese regalo es motivo para tristeza y furia.
Nos cegamos con la belleza de cosas mundanas, olvidando por completo la belleza que se encuentra a nuestro alrededor, en nuestra familia, en nuestros amigos, en la brillante bóveda estrellada... ¿Cuántos se detienen por la calle a sentir un copo de nieve? ¿Cuántos lo miran con atención, apreciándolo como único e irrepetible? ¿Cuántos nos acercamos a un pobre o un solitario para felicitarle la Navidad, darle algo para comer, prestarle un abrigo, decirle "ven aquí, que hay refugio y comida", escuchar a los niños, mirar las estrellas, apreciar una flor, agradecer por la vida que se nos regaló? ¿Cuántos nos detenemos a agradecer a nuestros padres por habernos cuidado tantos años, por habernos hechos quienes somos, por habernos amado sin ningún motivo para hacerlo? ¿Cuántos nos detenemos a revisar nuestras vidas, encontrar las cosas que debiéramos cambiar para ser mejores, para ayudar a los demás? ¿Cuántos nos detenemos a pensar que esta fiesta nació allá, en un humilde pesebre, que quien habría merecido el más grandioso de todos los palacios nació en una gruta en donde nacían los corderos para el Pésaj?
Circo mediático. Eso es en lo que se ha convertido una fiesta que debería significar algo más de lo que significa. Quizás es que ya no hay lugar en este mundo para esas cosas, ¿verdad? Quizás es que no nos resulta ni agradable ni bonito ponernos a pensar en los demás, ¿no? Quizá es que todo se ha convertido en una casa de cambio, un truequeo continuo, un "tú me das y yo te doy", un "te estoy intentando estafar".
Quizás también nosotros, como ocurría en la aldea de Belén, estemos cerrando puerta y corazón a la humildad y al amor.
Y sí, he sido duro, pero esto no me gusta y no lo puedo dejar pasar sin más. Apple, las empresas de telefonía celular, todos los negocios y grandes empresas multinacionales creen que todo el mundo puede caer ante sus mercancías y su ilusión de felicidad. Si al menos yo estoy despierto para no caer, seguro estoy de que no me rendiré ante la locura del frenesí consumista. Más aún, seguro estoy y tengo fe en que habrá otros que se levanten gritando contra esto. No seremos muchos (quizás no lleguemos ni a la décima parte de la humanidad), pero que no nos callaremos ante semejante despropósito.
Y si he de gastar mi vida para lograr que la Navidad sea una verdadera Navidad, seguro de que lo haré sin reparos. Quizás este sea el primer paso, y quizás el sistema, la matrís, el Estado y el despotismo intenten acallarme como lo hicieron durante gran parte del siglo XX en mi país. No me importa. Prefiero morir por mis principios y por mis convicciones que vivir sin libertad y sabiendo que no he luchado la batalla que debía luchar. Podrán matar a los hombres, pero no matarán las ideas ("on ne tue point les idees", creo que tamién puede decirse, aunque Sarmiento haya sido un gran corrupto).
¡Feliz Adviento y feliz Navidad!